Nuevas aventuras, experiencias es lo que me gusta, nos aventuramos a irnos a Cuetzalan Pueblo Mágico.

Cuetzalan esta ubicado entre valles fértiles y selvas de helechos gigantes en la Sierra Norte de Puebla que nos recibía de la mejor manera, con niebla y una ligera llovizna que le daba un toque aún más mágico a sus de por sí, ya asombrosas calles.

Recorrido en Cuetzalan

Comenzamos nuestro recorrido subiendo en una camioneta que nos llevó hasta una de las cocinas comunitarias: “Tikontenteno tij sepan tamasehutij” (Comiendo juntos en la cocina) se leía a la entrada, ahí desayunamos y guardamos nuestras pertenencias, pues al ser un viaje de aventura extrema, la recomendación era llevar un cambio de ropa.

Ahí nos dieron nuestro equipo de protección que consistía en un casco, chaleco salvavidas con la leyenda “Cuetzalan Aventura Extrema”, íbamos preparamos usando calzado y ropa cómoda que nos permitieron desplazarnos con facilidad a través de las piedras, lodo y agua.

¡Estamos listos para comenzar la aventura!

Iniciamos una caminata por un sendero largo con superficie pedregosa, mientras caminábamos admiramos los ríos caudalosos, cascadas sublimes y a visitar cavernas que nos hicieron sumergirnos en un maravilloso mundo subterráneo, digno de conocerse.

Un lugar rodeado por mucha vegetación, como oyameles, pinos, cedros y encinos; piedras enormes formadas por el cauce del agua que corre desde la profundidad de las cavernas hasta desembocar en un magnífico río.

Pata de Perro

Caminando por las laderas de la montaña y atravesando helechos gigantes llegamos hasta el primer atractivo natural, la famosa “Poza pata de perro”, la cual está formada por pequeñas albercas de poca profundidad y al estar comunicadas entre ellas puedes nadar de una a otra.

Al ser la primera, tendría más tiempo para admirar el siguiente paisaje, entonces, después de observar la poza, me deslice por la “resbaladilla” formada por las piedras para llegar a la siguiente poza y tomar un ligero chapuzón.

La rapidez con la que bajé hizo que me sumergiera a más de medio metro.

El agua pura y cristalina de estas “albercas naturales” provenía de unas grutas subterráneas, alimentada por el río “La Garganta del Diablo” que también corre por el Cañón Sagrado.

Al llegar nadamos en el río rodeado por paredes de piedra hasta llegar al fondo donde se encontraba una pequeña, pero muy hermosa cascada, pues los rayos del sol al pasar entre el agua formaban un perfecto arcoíris.

Escalando las rocas pude admirar el paisaje y, sin pensarlo, lanzarse un clavado para sumergirte entre las aguas cristalinas del cañón.

Nadando ahí y, aunque estaba rodeada de muchas personas, sentí un poco de miedo, trataba de ver más allá de mis pies debajo del agua y no se veía nada; a pesar de las grandes paredes de piedra que rodeaban, en un momento trate de recargarme en ellas para acomodar uno de mis tenis y no encontraba donde apoyarme.

Es increíble lo que la naturaleza puede brindarte, desde tranquilidad hasta una gran incertidumbre.

En seguida nos dirigimos al río subterráneo la “Garganta del Diablo”, que se encuentra entre paredes cavernosas, con una entrada pequeña, pero que parecía que nos llevaría a lo más profundo de la tierra, casi casi íbamos escalando entre las rocas, abriendo paso a las personas que salían de ahí.

Acceso era resbaladizo.

Mientras avanzábamos la luz del sol comenzaba a desaparecer, mis ojos trataban de habituarse a la oscuridad, mientras mis manos se esforzaban por agarrar las paredes de piedra. La adrenalina comenzó a fluir a medida que avanzaba.

Tal vez había caminado unos 6 metros, cuando en una pequeña y rápida conversación entre el guía y yo, decidí no entrar, pues para hacerlo debía contener la respiración bajo el agua para pasar del otro lado, en un espacio muy reducido y sin luz.

Afuera, tomé asiento sobre las raíces de un enorme árbol que se encontraba en una de las cuevas; desde ahí disfruté de los aromas, el paisaje, el cantar de las aves y el fluir del agua en el río.

La entrada era tan grande que podía ver las estalactitas, piedras enormes, pequeños árboles dentro y las personas que al salir se veían tan diminutas.

Fue una experiencia increíble y extrema, quedé sorprendida por la cantidad de vegetación que hay y que prácticamente hasta donde alcanzaba mi mirada todo era verde.

El sabor de pueblo mágico lo lleva desde la flor que va creciendo entre las rocas hasta su deliciosa comida. Sin dudarlo, volvería por más aventuras.

Gabriela Arbeu
Community Manager; aficionada a la fotografía,

los viajes y la escritura.
Interesada en los deportes, la natación
y la montaña.
Instagram | @rutas.mochilerasmx

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