La ciencia y la vinculación social
No es casual que estemos muy conscientes de que la generación del conocimiento científico es gran importancia para la ciencia.
No es casual que estemos muy conscientes de que la generación del conocimiento científico es gran importancia para la ciencia.
Y así poder tratar de encontrar una variedad de alternativas que buscan resolver desde los problemas comunes hasta los más complejos de las sociedades, aunque muchas veces se fracase en el intento.
Y, en el mismo momento, aceptamos que, tanto antes como ahora, la ciencia no ha variado en configurarse como reservado para algunos pocos, lejana e insegura.
Actualidad
En la actualidad, casi de forma imperativa, un conjunto de azares y/o circunstancias ha convertido a la ciencia en un asunto público en común de todos y en todo. La idea de ciudadanía o bien de una colectividad científica es uno de los elementos incluidos recientemente en el ámbito universitario, en los debates de los centros de investigación y, en especial, en los proyectos de leyes de ciencia y tecnología, a las cuales hoy bien se les agregan los apellidos de de humanidades y sociales.
A qué se debe este suceso, por qué se vive esta transformación del conocimiento científico. En gran parte, la explicación de este giro ronda por algunos aspectos de relevancia que han sido el derrotero que está llevando a la ciencia a otros horizontes.
Estos son el cambio del espacio del laboratorio hacia el exterior; el paso de las ciencias duras del sistema científico a incorporar los sistemas sociales y de humanidades; la también reciente inclusión de los expertos con los faltos de instrucción, ciencia o conocimiento, ya sea por práctica o por necesidad; y, la disputa las verdades de carácter científico y la opinión pública generalizada, no mires arriba señalan hace poco en una interesante película de Di Caprio.
Aspectos importantes
En cuanto al primer aspecto, anteriormente era común que muchas prácticas y técnicas científicas se basaban fundamentalmente en mantenerse aisladas, alejadas de todas y todos, un ejemplo era el clásico y tradicional perfil de un laboratorio.
Entonces la o él científica(o)tradicional, con bata blanca, lentes de graduación gruesa, pelo desordenado y de léxico poco entendible, laboraba con modelos y simulaciones que ciertamente podían ser repetitivos y, a su vez, comprobados de un modo regularmente seguro.
Si acaso y en muy particulares circunstancias, se daba la posibilidad de experimentar previamente con insectos o animales, materiales varios e incluso software. De esta forma, el
El conocimiento se producía solo en un espacio específico y determinado, el laboratorio, con todo el control, y desde ahí se creaba, propaga y difunde, el conocimiento. Claro, una vez cumplidos los protocolos de rigor, hacia el exterior.
Hay riesgos
No obstante, el hecho de que el saber científico y el desarrollo tecnológico implica riesgos y nuevas inseguridades, significa que se ha desbordado la delimitación entre los laboratorios y el resto del mundo. Nuestras inquietudes ahora proceden de que el laboratorio actual sea todo el planeta; se de que, por así decirlo, estamos experimentando con nosotros mismos.
Cuando hablamos de energía nuclear, uso del litio, tratamiento de aguas, configuración financiera del mundo, organismos genéticamente modificados o uso de determinadas sustancias químicas, apenas se pueden trazar los límites entre la producción metódicamente controlada del conocimiento científico y su aplicación en contextos sociales y ecológicos abiertos.
Ahora, los experimentos se hacen a escala uno igual a uno, en tiempo real, a veces, sin que exista la posibilidad de repetir el experimento, reducirlo o acumular conocimientos acerca de las causas, los efectos y las consecuencias de nuestras acciones.
Si no hubiera consecuencias secundarias, con procesos de carácter reversible, la ciencia podría contar con la posibilidad de repetir y ser perdonada de sus acciones experimentos fallidos. Y acorde a estos parámetros, se configuró en cierta forma la autonomía de la ciencia y de ahí provino la libertad de investigación.
Pero, quienes desarrollan el sistema científico tienen la percepción es cada vez más consciente de que es un imperativo anticipar sus efectos sobre un mundo del que ya no está cómodamente separado por la limitación de un ámbito experimental. Es el reto emergente en la ciencia.
Ideal de autonomía de la ciencia
El segundo aspecto se refiere a que el ideal de autonomía de la ciencia, ha modificado un proceso que separa a esta respecto de la sociedad. Es decir, si bien la autonomía generó desunión, hoy se evidencia una reintegración de la ciencia en la sociedad.
En específico porque dado que su financiamiento es mayormente público, al menos en el caso nacional, esto implica que es una responsabilidad social y política la que le corresponde abordar.
El aumento de la relevancia social de la ciencia en el espacio público ha venido acompañado por una creciente intervención de la sociedad en la ciencia, en particular desde los ministerios y oficinas públicas de educación, en cualquiera de sus tipos, algo que demanda revisar el tradicional ideal de su control y regulación.
Pues, como es sabido, la ciencia es una actividad que influye en su contexto social pero que también depende de él, en tanto se busque desarrollar. Así, como organización y ente de administración requiere de su financiamiento, mientras que como una institución social busca su legitimación.
Por eso, es muy común y hasta paradójico que la autonomía de la ciencia va de la mano del control público, en una actividad que no puede ser juzgada únicamente por quienes la hacen, sino a quienes deciden sus destinos, sus presupuestos y financiamientos, los que la regulan, quienes la publican y difunden, e incluso quienes la evidencian y juzgan sin entenderla.
Ciencia sin filiación
La ciencia no tiene y no debería tener filiación, así como tampoco se puede regular a sí misma, es una falacia creada en gran parte por el sistema económico, un mito de las sociedades democráticas. En sí, desde principios de los 90 ‘s se dio un cambio en cuanto al contrato social por la ciencia, pasando de una tradición de autonomía hacia una cultura de la responsabilidad social compartida, hecho poco valorado.
El tercer aspecto, es aquella cuestión que se dirige a la diferenciación entre aquellas personas que se les consideraba expertas(os) y aquellos que no lo eran. Inmersos en la llamada sociedad del conocimiento, ya no asusta que la gente posea más capacidades cognitivas.
Las y los estudiantes cuestionan más a sus docentes con fundamentos, aparecen organizaciones y grupos de intereses que contribuyen a debilitar la autoridad de las y los llamados expertas(os), los policías de lo correcto ya no están vigentes, se les ironiza. Lo que en algún momento fue un poder esotérico del saber, ahora es públicamente debatido, controlado y regulado, la verdad rinde a medias.
Más mitos
Otro mito más surge acerca de la democratización de la ciencia, pues no significa dejar de lado la diferencia entre el experto y el que no lo es, sino polemizar y politizar esa diferencia, nunca politiquería, esa es retórica oficial matutina.
Ahora, dadas las condiciones de modernidad y posmodernidad, quienes tienen, quieren y pueden, deben valorar la calidad y oportunidad del saber científico para generación de alternativas y obvio, la resolución de determinados problemas,la palestra es más amplia que el de las y los expertas(os) en cualquier disciplina.
Aunque es importante señalar que, no se pretende afirmar decir que las cuestiones científicas tengan la misma valoración e importancia que todas las opiniones, sino que también es válido escuchar a los no tan expertas(os)sobre todo cuando la opción de las y los que saben, no es siempre y en todo unánime e incuestionable, reiteramos la policía de lo correcto quedó a un lado.
Entonces, la retórica dirigida a la sociedad del conocimiento estaba enfocada a la generación de conocimiento y, por ende de atención primaria a las y los expertas(os), mientras que la descripción de la llamada sociedad del riesgo, establecida por Beck, puso énfasis en los que padecen ese riesgo (consumidores, electores, ciudadanía), situando a estos en un plano secundario, dando una evidente distinción entre los expertos y los no expertos, como sea el caso, resulta importante que la ciencia no desacredite los impulsos o irritaciones exteriores como ignorancia, desconocimiento, crítica vana o histeria.
¿Cuál es el desafío?
El desafío se constituye en cómo reconciliar un tipo de integración social de la ciencia cuando sabemos que son asuntos muy serios y de gran aspecto social, los cuales no pueden dejarse a la exclusividad sólo de las y los especialistas.
Finalmente, el último aspecto se refiere a que, dadas las nuevas posibilidades de la era de la información referidas al auge de las aplicaciones de comunicación en redes sociales, surge la posibilidad de rediseñar el derrotero que sustenta la verdad científica y la opinión pública, debido a que son dos espacios claramente diversos, lo cual también modifica las formas de transmitir el conocimiento hacia la sociedad.
Así la relación entre estos dos entes (ciencia y sociedad) no debe ser interpretada como la popularización de formas preestablecidas. Pues el modelo original planteaba que el sistema científico era el único que dictaba y producía verdades que eran dadas a conocer a la sociedad y la opinión pública.
Así, era conocido que el público, generalmente simple y vulgar, era pasivo e incompetente a la hora de asimilar y juzgar el conocimiento transmitido. El proceso de comunicación seguía una única dirección.
De forma tal que, la posibilidad de la participación de la sociedad en la ciencia es algo más que va más allá de dotarla de una imagen más cercana, humana o comunicativa, para todas y todos dirían, aun cuando estos aspectos sean indispensables.
Ambiente actual
El ambiente actual en el que se desarrollan las democracias exigen una cierta recuperación de soberanía social y popular sobre las cosas y los procesos naturales bajo las condiciones de la actual complejidad.
Es necesario sobrepasar a los “policías de lo correcto” en el laboratorio, quienes pretendían contar con poderes absolutos y no someter sus decisiones a procesos de audiencia y deliberación pública. No se trata de poner en duda o cuestionar la validez de la ciencia o de los conocimientos difundidos con gran esfuerzo y convertirnos en negacionistas, más bien se busca abrir ese espacio a otras y otros actores con miras a identificar su impacto en la sociedad.
Es decir, generar y garantizar el pluralismo en la producción y difusión del conocimiento es un reto similar como el de pasar de gobierno absolutistas a gobiernos republicanos, en donde se busca dejar de ser súbditos y pasar a ser partícipes de la ciencia.
Caso en México
En este sentido, en el caso mexicano, la iniciativa de Ley General de Humanidades, Ciencia, Tecnología e Innovación (HCTI) y la necesaria y correspondiente renovación del marco jurídico nacional, tiene como intención promover la ciencia aplicada a favor del bien común y, en gran medida, zanjar la privatización y exclusión de los conocimientos.
En general, la formulación de la ley propone un mandato para que el Estado mexicano, en vinculación con otros actores públicos y privados, promuevan una auténtica ciencia aplicada, soberana y pertinente. Esto, mediante una reivindicación del verdadero desarrollo científico y tecnológico con características de soberanos.
Es decir, se busca dejar de lado la privatización de bienes como el conocimiento y las tecnologías, elementos que son creados, formados y desarrollados a partir del esfuerzo de la sociedad junto con el fundamental apoyo recursos del erario público.
CONACYT
A partir de la ley, el sistema educativo de nivel superior y el CONACYT, reconocen el papel fundamental de los Centros Públicos de Investigación (CPI), pues se da un impulso una agenda sistémica nacional de carácter democrático, pertinente y transversal, con la finalidad de promover acciones concertadas para que las comunidades humanísticas, académicas, científicas y tecnológicas construyan soluciones para enfrentar de forma real y decidida los problemas nacionales.
De esta forma, la planeación y prospectiva de la política nacional del sector humanístico, científico, tecnológico y de innovación, se concreta como parte fundamental de la agenda nacional, que formaría parte del Programa Especial de Ciencia, Tecnología e Innovación, por lo que estaría vinculada a los mecanismos de participación previstos en el marco del Sistema Nacional de Planeación Democrática regulado en la Ley de Planeación y otras normativas aplicables.
En este contexto, ejercicios como este lo es este foro, dan cuenta de una participación plural, que busca como prioridad atender y reducir de forma integral, al corto, mediano y largo plazo, las diversas desigualdades sociales y económicas del país. Y también, fomenta el rigor epistemológico de los Centros Públicos de Investigación y de las instituciones de educación superior.
Finalmente, con esta iniciativa se concreta una visión del humanismo mexicano, necesaria para garantizar el ejercicio de una verdadera ciencia en México, que haga honor al principio del conocimiento a favor de las causas justas, con ética, soberanía y de rigor científico.
Edgar Manuel Castillo Flores
Doctor en Sociología y Antropología por la Universidad Complutense de Madrid; Miembro del Sistema Nacional de Investigadores Nivel I; Servidor público de la SEPH y profesor de El Colegio del Estado de Hidalgo. Activista del perreo y el corrido B, a veces pone música, estoico seguidor del Atlético de Madrid y fifas de llano.